Cuando se habla de cáncer, la atención suele centrarse en el diagnóstico, el tratamiento y los efectos secundarios inmediatos. Sin embargo, existe un aspecto menos visible pero igual de importante: la salud ósea. La osteoporosis, una enfermedad que debilita los huesos y los vuelve más propensos a fracturas, es especialmente frecuente en pacientes con cáncer. Y aunque puede parecer un tema secundario, la realidad es que cuidar los huesos es clave para proteger la calidad de vida y la continuidad del tratamiento oncológico.
¿Qué es la osteoporosis y por qué afecta a los pacientes con cáncer?
La osteoporosis se caracteriza por una disminución en la densidad mineral ósea, lo que hace que los huesos se vuelvan frágiles y susceptibles a fracturas, incluso con golpes leves o caídas pequeñas. En pacientes con cáncer, este riesgo aumenta por varios motivos:
Efectos de los tratamientos: la quimioterapia, la radioterapia y ciertos medicamentos.
Cambios hormonales: en cánceres como el de mama o próstata, los tratamientos hormonales reducen los niveles de estrógeno y testosterona, acelerando la pérdida ósea.
Impacto nutricional: la pérdida de apetito o los problemas de absorción durante el tratamiento reducen la ingesta de calcio y vitamina D.
Disminución de la actividad física: el cansancio y el dolor llevan a un estilo de vida más sedentario, lo que debilita los huesos con el tiempo.
De acuerdo con la American Cancer Society, estas condiciones convierten a los pacientes oncológicos en una población de alto riesgo para desarrollar osteoporosis y sufrir fracturas.
El impacto de las fracturas en la vida del paciente
Las fracturas por fragilidad no son un simple accidente: tienen consecuencias profundas. Una fractura de cadera, por ejemplo, puede significar meses de inmovilidad, dependencia de terceros e incluso la suspensión del tratamiento oncológico.
La International Osteoporosis Foundation (IOF) estima que una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres mayores de 50 años sufrirá una fractura por fragilidad en su vida. En pacientes con cáncer, este riesgo aumenta y las complicaciones pueden ser mayores, ya que el cuerpo necesita más tiempo para recuperarse.
Las fracturas también afectan la salud emocional: el miedo a caerse limita la autonomía, genera ansiedad y puede llevar al aislamiento social. Por eso, prevenirlas no es solo un tema físico, sino también un aspecto esencial del bienestar integral.
Estrategias para prevenir la osteoporosis en pacientes oncológicos
La buena noticia es que se pueden tomar medidas para cuidar la salud ósea desde el inicio del tratamiento:
- Evaluación temprana
Es importante conversar con el médico sobre el riesgo de osteoporosis y solicitar pruebas como la densitometría ósea. Detectar la pérdida de densidad mineral a tiempo permite actuar antes de que ocurra una fractura. - Nutrición adecuada
Una dieta rica en calcio (lácteos, sardinas, almendras, vegetales de hoja verde) y vitamina D (pescados grasos, yema de huevo, exposición moderada al sol) es esencial. En algunos casos, el médico recomendará suplementos. - Ejercicio físico adaptado
La actividad regular fortalece huesos y músculos. Caminar, practicar yoga o realizar ejercicios de resistencia ligera ayuda a reducir el riesgo de fracturas. Lo importante es adaptar el ejercicio a la condición física del paciente. - Estilos de vida saludables
Evitar el tabaco y reducir el consumo de alcohol es clave, ya que ambos aceleran la pérdida de masa ósea y debilitan el organismo.
La prevención de fracturas no debe verse como algo aislado, sino como parte del plan integral de cuidado oncológico. Oncólogos, cirujanos oncólogos, endocrinólogos y nutricionistas deben trabajar en conjunto para evaluar riesgos y diseñar estrategias personalizadas para cada paciente.
El objetivo es claro: proteger la salud ósea para que el paciente pueda mantener su tratamiento sin interrupciones, conservar su autonomía y disfrutar de una mejor calidad de vida.
La osteoporosis en pacientes con cáncer es una amenaza silenciosa, pero prevenible. Anticiparse con evaluaciones médicas, adoptar hábitos saludables y contar con la orientación de un equipo especializado permite reducir de manera significativa el riesgo de fracturas. Prevenir no solo protege los huesos, también preserva la independencia, la movilidad y la esperanza en el camino de recuperación.
